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martes, 8 de diciembre de 2015

EL ARMARIO DE LA VIDA


Arreglar armarios es una tarea ingrata, no solo porque es un acto que te enfrenta con la realidad del día a día sino porque el armario, puede encerrar, trozos de nuestra vida, que un día, decidimos  guardar.

Cada armario, tiene su propia personalidad, los hay altos, bajos, de un cuerpo, de varios, hay armarios alegres, otros tristes, armarios armoniosos otros desestructurados, con puertas y hasta sin ellas.

Cada armario, tiene, su parte pública y sus departamentos privados, además, de cabeza o altillo en la parte  superior.

Cada persona, elige su armario como algo importante dentro de su vida y solo los armarios impuestos, son los que terminan siendo sustituidos.
Un armario, es un fiel reflejo, de su dueño/a, de la familia que le rodea e incluso de la sociedad en que vive.

La vida de un armario, se acorta o se alarga en función de su utilidad y a lo largo de su existencia se van produciendo en él, cambios interiores, alteraciones irracionales en su interior por eso no aparecen prendas, encuentras un vestido rasgado por la simple aproximación a las bisagras, descuelgas una camisa descolorida y así cosas y cosas sin más.

Una de las zonas más controvertidas del armario, es el altillo, donde vamos delegando lo fuera de uso, produciendo una mezcla explosiva de encuentros entre ropa, juguetes, cuadros, ventiladores etc, que a veces resulta difícil de aguantar hasta para un armario.
Los altillos se llenan de sinsentidos y de cosas sin dueños.

Los armarios siguen la psicología de su dueño y así, los hay ordenados hasta el límite pero faltos de imaginación, otros tienen déficit de atención y nunca sabes que contienen otros muchos son demasiado sensibles a los cambios y otros, están tan llenos de actividad interior que acaban teniendo verdaderos problemas de adaptación.


¡Por fin, he encontrado la capa de superman en el altillo!

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