Me apunté
como voluntaria, eso de enseñar se me daba bien.
El día de
inicio del curso, acudí un poco antes de las 10,30 al centro para hablar con el
director, me tenía que dar las llaves de la clase y las claves para acceder
al ordenador.
La
entrada principal estaba cerrada, tuve que entrar por el bar.
Me
sorprendió que el bar estuviese tan lleno y que solo hubiese hombres. La señora
del bar me señaló al final de la barra, una puerta por donde llegaría a la
secretaría.
Al abrir
la puerta me encontré con una sala grande abarrotada de señoras que se movían
al ritmo de salsa.
Solo se
apuntaron 5 a Informática, temerosos, incrédulos, pero ilusionados. Manejaban
el móvil y el whatsapp y eso ayudó.
El 9 de
marzo, cuando nos despedimos, no imaginamos que las Fallas, no se celebrarían y
que estaríamos confinados en casa.
Los mayores, son los más indefensos ante este virus pero son fuertes como robles
ante la vida, ellos sabrán reinventarse.
E. Isasi
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