Hace unos meses, exactamente en
diciembre de 2013, decidí comenzar a planificar mi futuro…
Hice un listado de posibilidades
y en aquel momento no encontré la de abdicar, ¡ojala!, pero si la de dimitir y
opté por esa.
Terminar una etapa no es algo
sencillo, pero si además se trata de dimitir, la cosa se complica.
Al dimitir, se produce un adelanto de los
acontecimientos previstos y por tanto no es fácil ni de afrontar, ni de
digerir.
La principal diferencia entre la
dimisión y la abdicación es que esta última, requiere de un sustituto agazapado,
a la espera de la decisión.
Desde luego no es mi caso…Mis
hijos tiene otros proyectos en mente y mi negocio, no entra dentro de sus
planes, ¡Que le vamos a hacer!, tampoco pienso que tenga en mis manos algo tan
interesante que nadie pueda rechazar es más ojala no necesiten recurrir a él,
será señal de que consiguen sus objetivos.
Como profesional autónoma, tengo
que decir que estoy asistiendo a momentos imborrables, nunca creí que fuese a
producirse de esta manera pero el factor sorpresa, está jugando a mi favor y me
está otorgando minutos de gloria.
Mi decisión ha sido muy meditada,
la reflexión que hice fue la siguiente…
Si me quedan 3 años para
jubilarme y lo dejo todo para el último, puede que lo único que consiga es que
sea el peor año de mi vida por tanto lo mejor es ir poco a poco de esa manera
mi economía se va adaptando a la merma de ingresos y por otro lado la menor
presión de trabajo, me dejará tiempo para pensar en nuevos proyectos y
disfrutar de un poco más de tiempo libre.
Creo que la abdicación de
Benedicto XVI, el 11 de febrero de 2013, fue lo que me hizo reflexionar…
!Si él lo hace!
Mi dimisión,
ahora, la comparo con la abdicación del rey y excepto la necesidad del voto favorable
del Congreso lo demás…!es casi lo mismo!
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Bueno a lo mejor se parece más a la dimisión de Rubalcaba…
¡Si es que, no se
puede con todo!
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