Bueno, bueno, bueno…! Que me ha
subido el colesterol!...
Y tengo la tensión, a 10, ¡la
máxima!.
No tengo palabras…
O sea esto no hay quien lo
entienda, jajaja, me tengo que reír porque aquí no se aclara nadie.
Ahora que además de andar, me había apuntado al gimnasio,
me sube lo que tenía que bajar y me baja lo que no tenía que haberse movido.
¡Esto es increíble!
Analizando los hechos, porque no
hay más remedio que analizarlos, me doy cuenta de lo siguiente;
1º.- En el gimnasio me cansaba mucho.
2º.- Como estaba tan cansada, ya no iba a andar
3º.- Como hacía más ejercicio, me he permitido comer más embutido,
he vuelto a saborear más a menudo los helados (¡que están buenísimos!), he
empezado a empanar las pechugas porque a la plancha, no saben a nada, hemos comido de menú o pre-cocinado, muchas
veces, en fin me he creído en la obligación de compensar el sacrificio del
ejercicio con los caprichos humanos.
Pues nada que eso no va a ser
posible, eso de mantenerse en forma, es mucho más grave de lo que parece, es
peor que olvidarte de poner el cinturón de seguridad.
Vamos que si tuviesen que
multarnos cada vez que metemos la pata con esto de la salud, creo que no íbamos
a tener suficientes ahorros para hacer frente a las sanciones.
JAJAJA, ¡Tanta leche con el
ejercicio!
¿Ahora qué hago?
Ya no sé si desapuntarme del
gimnasio, volver a fumar o hacer flexiones en la ducha.
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