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lunes, 2 de septiembre de 2013

TANGO ARGENTINO


A veces, basta solo un encuentro para que alguien te ponga al día de sus sueños, sus dudas, sus pretensiones.
El encuentro con Aldo, fue totalmente casual. Un caluroso día del mes de julio coincidimos invitados a una comida en el apartamento de la playa  de unos amigos comunes, en un paraje idílico, frente al mar, en la costa alicantina, donde  el tiempo parece detenerse.
Aldo Alberto Patricio, debió sentirse atrapado en ese entorno cuando saboreando la Fideua con la que Silvia nos estaba obsequiando, decidió hacernos participes de su sueño y su desolación todo relatado como si se tratase de un lento Tango argentino.
-          “Desde que llegué a Madrid en el 2006, me hago la misma pregunta…
La casualidad de que era viernes y mi hermana vivía en la plaza de Los Monteses justo, enfrente de la sala Tropical House. Un poco antes de medianoche, comenzamos a escuchar la música de la sala así que nos asomamos al balcón y estuvimos viendo la llegada de las parejas...
Para mí fue muy extraño y le pregunto a Leyre ¿pero oye esta gente parece ya mayor? , ¿no?.
Leyre  no se había dado cuenta de ese detalle...
Pero, ¡me pareció fantástico! !Que tíos más geniales! pensé  !Ojala hiciésemos eso en Buenos Aires!.
 Allí los jóvenes, les encanta bailar, sobretodo Tango. Las academias están llenas, se matriculan individualmente, o por parejas, indistintamente ya que, eso allí no es un requisito como aquí, lo que pasa es que allí a partir de los 30 años es como que ya no les interesa, no siguen con el baile, se acaba.
Nunca pensé que en España fuese tan diferente, pero reconozco que la alegría de ese primer día viendo la entrada a la sala, se ha convertido en una especie de pesadilla que me persigue…no acabo de entender porque aquí, los jóvenes no tienen ningún interés con el baile; Es como si no fuese  con ellos.
No se apuntan a clases. No bailan cuando van invitados a una boda o se celebra alguna fiesta conmemorativa, incluso critican a los pocos que lo hacen y se sienten ridículos si intentan aprender algún paso.
No paro de hacerme esta pregunta:
-           ¿Qué les pasa a los jóvenes españoles?
Claro que también debería preguntarme;
-           ¿Qué le pasa a los mayores argentinos?”
Mientras seguíamos comiendo todos nos empeñamos en aclarar las preguntas de Aldo;
Que si el miedo al ridículo,  que si el problema es que aquí no se practica en las escuelas que  falta promoción…
Al final pudimos intuir un indicio de cambio.
Los jóvenes que han marchado a Argentina,  están ya saboreando el placer de ese aprendizaje y aquí, también se ve a muchos argentinos que rondando los sesenta, se atreven a iniciarse en los bailes de salón y es que no hay nada como el intercambio cultural.
A veces, aprovechamos cualquier encuentro para dejar patente nuestros gustos, nuestras ilusiones, nuestras ganas de cambiar el mundo.





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