Con este libro por momentos las neuras del
protagonista, sus reflexiones y sus viajes, se han mezclado con mis actos rutinarios convirtiendo su aparente alegría en mi tortura.
Me ha desvelado lo incoherentes que podemos
llegar a ser. ¿Qué me quiere contar? ¿Realmente me interesa esta historia?
¿Cuál es su alegría?
Y yo; ¿Qué pretendo saber?
Sorprende que a solo 20 páginas del final se reencuentre con su perro muerto.
El fantasma del perro, llega para
sumarse a la ausencia de unos padres que no quiere olvidar y
continuar así el viaje de
presentación de su anterior novela.
¡Cómo va a conciliar el sueño! Le sobra dependencia emocional.
Entre los miles de millones de personas que habitamos el
planeta hay solo unos miles de vidas interesantes, el resto de vidas, son
insignificantes.
Somos recolectores de retales de vida intentando sobrellevar
el caos que hemos organizado, pero nuestra mente es tan compleja
que estamos ávidos de historias ajenas con las que trasladar a otros nuestros
miedos.
No podemos convertir los fantasmas de otros, en compañeros de viaje.
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