Empecé este libro en Denia, donde estaba pasando unos días con la familia. Era 3 de agosto y cada uno había descargando en las
mesas de la terraza, sus cosas más personales. La tía Paty llenó de material
infantil la mesita accesoria, Carla y Elena vaciaron los juguetes de sus mochilas y el resto colocamos libros, móviles y otra pequeñeces sin importancia
en la mesa de centro.
El libro era de Gonza, lo
había llevado para cuando acabase “Los Pilares de la Tierra”
que estaba ansioso por terminar, yo tenía un ensayo de Muñoz Molina …”Todo
lo que era sólido” referente a la crisis de 2008 pero sabía que no era un buen momento
para ese tipo de lectura, así que vi el libro, allí debajo
de “Los Pilares…y se lo pedí prestado.
Me sorprendió desde el principio, la manera de narrar, su
vocabulario tan original y a la vez complejo bueno no sé cómo decirlo, ni sé, si
la historia me llegó siquiera a seducir pero me reí mucho y desde luego, no me dejó indiferente ni
siquiera en los momentos en que los sucesos
perdían interés.
Manuel; un chico solitario que por
fin, ha decidido independizarse, se ve envuelto en un acontecimiento
inesperado; hiere con un destornillador que suele llevar siempre consigo a un
policía y por temor a haberlo matado, decide con la ayuda de su tío huir. En la
huida, llega hasta una aldea deshabitada de Castilla, donde parece imposible
que den con él y allí, consigue encontrarse a sí mismo, hasta que todo se desbarata por la llegada inesperada de
unos vecinos que alteran su cómoda vida
de ermitaño.
En una crítica a la sociedad
actual, materialista y llena de cosas innecesarias, la historia, nos va introduciendo
en una manera de subsistir totalmente austera desde la necesidad de hacerlo.
Los dos protagonistas, Manuel y
su tío, van metiéndonos en una historia surrealista llena de humor pero que a la vez puede
producir asco y pena, al tiempo que nos muestra varias realidades como la despoblación
rural la destrucción de la naturaleza, el egoísmo y el despropósito de
convertir todo en una especie de circo mediático.
Los asquerosos, existen y él
los conoce…
E. Isasi
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