Si no hubiese sido ella la
víctima, estaría asustada por el suceso
y me habría llamado para contármelo:
“Soy Maite;
-
¿Te lo han contado?
Han tenido que llamar a los bomberos
y a la policía para poder entrar en la vivienda.
¡Menos mal que la chica donde
compraba cada día la comida, se dio cuenta de que no había ido a recogerla en
dos días y fue a llamar a los vecinos!
!Fíjate que desgracia, lo que le
ha pasado a la pobre mujer!
-
¿Tú lo sabías?
Seguramente se cayó de la cama,
se daría algún golpe y ya no pudo levantarse, y la encontraron tendida en el
suelo, aturdida, mojada, fría sin noción del tiempo.
Ha venido el SAMUR y se la han
llevado al hospital aunque ella no quería moverse de su casa…ha muerto allí,
también sola”
Pero esta vez no podré tranquilizarte,
no podré ya decirte que son cosas de la vida, de la soledad y del olvido, esta
vez seré yo la que me quede sin palabras ante tan escabroso suceso.
Me pregunto cuantas ermitañas y ermitaños como tú estarán aquí en la ciudad, tan cerca
como estuviste tú sin que nos dé tiempo a socorrerlos.
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